Qué alivio se siente, cuando un día de la nada
y sin previo aviso una descubre que entre tanta ambición, egoísmo y dolor,
todavía existen personas capaces de abrir sus puertas para dar lo poco que
tienen al lado. Qué linda sensación de alivio sentí aquel día que visité “Puerta Abierta” por primera vez, y
salí diciéndome a mí misma “todavía hay
esperanzas”.
Por eso, hoy quería aprovechar para
agradecerles a todos los que con su esfuerzo permiten que el centro siga
adelante, porque su preocupación por las excluidas es contagiosa, y porque cada
mujer que levantan del suelo es un gran cambio para este mundo. Ustedes me
enseñaron que no todo es tan malo como nos quieren hacer creer, me enseñaron
que con nuestro granito de arena podemos cambiar muchas cosas, muchas
realidades. Gracias por esto, y gracias por permitir sentirme orgullosa de
ustedes. Una se llena de luz cuando descubre que en nuestra sociedad siguen existiendo personas
como ustedes, y entiende que la bondad no se extinguió.
Pero no solo a ustedes quiero agradecerles,
también a mis alumnitas, que aunque algún día me dedicaré a escribirles
detenidamente a ellas, hoy no quería pasar por alto el hecho de que ellas me
enseñaron a tener fuerzas, a no dejar que nadie ni nada me venza, a agarrarme
de aquello que realmente vale la pena y dejar ir todo lo que no sirve. Ustedes
me mostraron que con voluntad, todo se puede. Ustedes cambiaron mi vida.
¡¡GRACIAS!!
Natalia.
La profe de computación
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