Somos la alegría de Dios


 Por Hna. María Alejandra Mancebo - osr

Querida amiga y amigo lector de esta nuestra querida revista Puerta Abierta. Que la alegría de Jesús Resucitado esté con vos, tu familia, tus seres queridos en este día y en cada día de sus vidas.
Como anuncié en el número anterior, en esta oportunidad te propongo profundizar en una característica que, como decía, es propia de la Vida Religiosa Consagrada pero es también un ingrediente particular de la vida de toda persona que quiere seguir la causa de Jesús, como también de
las personas que de muchas maneras se interesan y esfuerzan por un mundo más humano, por causas
justas y solidarias, cualquiera sea su confesión religiosa: la Alegría.
Para comenzar podemos preguntarnos: ¿Qué es alegría? Si entrás en Internet o busás un diccionario podrás encontrar muchas definiciones. Yo, por ejemplo, lo primero que encontré fue esta definición: “Alegría es un estado de ánimo producido por un acontecimiento favorable que suele manifestarse con signos exteriores como la sonrisa, un buen estado de ánimo y el bienestar personal. La palabra alegría proviene del latín alacer o alacris que significa “vivo y animado.”1
Si bien las definiciones académicas nos ayudan mucho, ahora te invito a pensar en momentos significativos de tu vida que puedan expresar ese sentimiento tan profundo que muchas veces con palabras no conseguimos explicar: El encuentro con aquella amiga o amigo con quien te hace tan bien compartir mate de por medio, o tomando un cafecito con galletitas, tal vez a través de una comunicación por internet o celular... ¡Aquel logro o conquista que pensabas que nunca ibas a alcanzar y por fin se dio! Ese viaje, aquel paisaje bonito o ese momento tranquilo en soledad. Un día de descanso…


Este ejercicio puede llevar a preguntarte:

  • ™. ¿Dedicás tiempo en tu día a día para tomar contacto con las experiencias que llenan tu
vida de alegría?

  • ™ ¿Sos una persona contemplativa, que “gasta” su tiempo en contemplar con ojos agradecidos
los acontecimientos diarios?

  • ™¿Dejás crecer en vos la capacidad de descubrir a Dios en medio de estos acontecimientos?
Retomando la definición que compartí sacada de internet, me llamó la atención el significado etimológico de la palabra alegría que presenta: “vivo y animado”. Al pensar de dónde nos viene a los seres humanos esta condición de ser vivos y animados llegué al libro del génesis que dice sobre la creación del ser humano: “Entonces Yavé Dios formó al hombre con polvo de la tierra; luego sopló en sus narices un aliento de vida, y existió el hombre con aliento y vida”. (Gn. 27). Dios nos anima, nos transmite vida, nos participa alegría. Imagínate, ¡somos expresión de la alegría de Dios! Vos, yo, todos y todas, por tanto estamos llamadas/os a ser alegría para nuestra realidad, porque como dice el Papa Francisco, “De la alegría del encuentro con el Señor y de su llamada brota el servicio en la Iglesia, la misión:
llevar a los hombres y a las mujeres de nuestro tiempo la consolación de Dios, testimoniar su misericordia”2. A la definición de internet, desde la vivencia  cristiana, podemos agregarle entonces que no se trata sólo de un bienestar personal sino que la alegría que brota del encuentro con Dios nos compromete a promover un bienestar comunitario, social, de toda la humanidad. En esta perspectiva
digo que somos expresión de la alegría de Dios.
Más aun, quiero decir que sin nuestros gestos y acciones que brotan de una alegría animada por Dios, el mundo se va entristeciendo, adquiere trazos de desánimo, de falta de vida.
Podés preguntarte:

  • ¿Estás siendo el “rostro alegre de Dios”?
  •  ¿Tu vida transborda alegría?
  • Las personas con quienes convivís en casa, en el trabajo, estudio o en la calle ¿te perciben
como persona que irradia alegría y paz?

  • ¿Estás contribuyendo con tus gestos y acciones para que tu entorno sea menos triste?
¡Estén siempre alegres! (1 Tes. 5,16) nos invita la Palabra de Dios. ¡Siempre! ¿Pero de qué está hablando esta hermana? Tal vez estés preguntándote, ¿cómo me habla de alegría cuando la vida está tan difícil, cuando la convivencia con quienes están cerca de mí ni siempre resulta fácil, cuando la enfermedad o la muerte golpea a mi puerta, cuando en mi país la corrupción, violencia, injusticias son
el “pan nuestro de cada día”, cuando…?
Quien sigue a Jesús, tanto en la Vida Religiosa Consagrada como en cualquier otro estilo de vida sabe que el camino no siempre es fácil, que el ser humano está atravesado por la fragilidad que lleva a contradecir muchas veces ese llamado inicial a ser transmisores de vida. Sin embargo, también sabemos que es en aquellos momentos más difíciles donde estamos llamadas/os a agarrarnos bien fuerte a Dios y ahí encontramos una paz interior que nos da fuerza para seguir luchando, para levantarnos cada día, dándole gracias por un nuevo día de vida y en Él encontramos la fuerza para enfrentar la cotidianidad con la alegría de saber que no estamos solas/os, que Dios y otras personas comprometidas con su Espíritu de vida caminan con nosotras/os. El mismo texto de San Pablo nos desafía más adelante:
No apaguen el Espíritu... Examínenlo todo y quédense con lo bueno. Eviten toda clase de mal, dondequiera lo encuentren (1 Tes. 5,19-22).

  • ™En tu comunidad, en tu familia, ¿procurás rescatar lo bueno que hay en las personas, lo que
construye?

  • Cuando la “no vida” seduce con muchas propuestas, ¿evitás “toda clase de mal” aunque
esto suponga perder popularidad, reconocimiento, aplausos?
Vivir siguiendo estos principios no es sino un regalo de Dios, una gracia, un don. Dios nunca nos pide más de lo que podemos dar, como sabiamente nos dicen nuestras tradiciones populares y religiosas.
Estamos, como Iglesia Católica, embebidas en el Espíritu de Pentecostés. Gran fiesta cristiana que
celebra la venida del Espíritu Santo. Aquel que prometió Jesús que nos dejaría como regalo y garantía
de su presencia y fuerza de Vida.
El libro de los Hechos de los Apóstoles (Hch.2) describe la situación de los discípulos más allegados
a Jesús. Reunidos en una casa, confusos, tristes, llenos de miedo y de preguntas experimentan
una relación tan profunda y fuerte con el Espíritu Santo que los moviliza, los desinstala, los vincula
a las personas de una forma diferente, los hace más comprensivos delante de las expresiones de
los otros, los impulsa a anunciar la vida, a vivir la unidad, la solidaridad y el compromiso con los que
más necesitan, los llena de alegría...

  • ¿Cómo está siendo Pentecostés en tu vida? ¿Estás en tu casa (corazón o vivienda) encerrada/o
con miedo y desconfianza apostás por construir una sociedad donde la comunión, solidaridad
y amistad son posibles?

  • ¿Encontrás en tu vida familiar, laboral, comunitaria, situaciones y/o personas con quienes
necesitás recorrer caminos de aceptación, reconciliación, aproximación para llegar a vivir
la paz y alegría que brota del encuentro con Jesús que vive en cada hermano/a?
Quiero despedirme hasta el próximo número pidiéndo la bendición de San Pablo a los Romanos,
especialmente sobre vos y sobre toda la humanidad:
Que el Dios de toda esperanza los colme de alegría y paz en el camino de la fe y haga crecer en
ustedes la esperanza por el poder del Espíritu Santo (Rm.15,13).
¡Hasta la próxima!





1. http://www.significados.com/alegria/
2. Alegraos, Carta circular a los Consagrados y Consagradas. Del Magisterio del Papa Francisco. 2014. Pag. 45 http://www.vatican.va/roman_
curia/congregations/ccscrlife/documents/rc_con_ccscrlife_doc_20140202_rallegratevi-lettera-consacrati_sp.pdf

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