Tu
mirar en el dolor
Libro:
“Un mirar que genera encuentro”
de
María Cruz Ciordia O.S.R
Algunos tragos muy amargos te preparan la
imprudencia y la ignorancia.
La fundación de Santiago te proporciona no
pocos disgustos, porque las condiciones de la casa y del proyecto que aceptáis,
a petición del Sr. Cardenal, no son
aptas para que se dé un proceso capaz de educar rehabilitar. Lleva mucho tiempo
y dolor, transformarlo en un espacio apto para recrear la vida. No te duele que se atrevan a meterse contigo,
pero sí que lo hagan con el “virtuosísimo
Prelado que nos gobierna”, es decir, con el P. Serra.
(B.H III,
pág. 44)
En Vitoria aparece, “ a primeros de junio de 1885, un fuerte temporal que pasando por Roma,
iba a descargar a Cienpozuelos, afectando a los Fundadores, de un modo
particular y directo a la Madre, pero con graves repercusiones, ocultas en el
Sr. Obispo de Daulia”. (ibidem)
Tú, no ignoras de donde te viene el golpe y
das explicación a la interesada con una mansedumbre sobrehumana.
Otros conflictos vienen por parte de alguno de
los capellanes de las casa, así que, con tantos frentes, el rayo de la tormenta
cayó sobre el P. Serra. Tú intentas parar el golpe por todos los medios a tu
alcance, pero con mucha discreción. No tienes inconveniente en acudir al
Cardenal Rampolla con una carta, del 8—9-1.885, que rebosa sinceridad y total
convencimiento de la inocencia del P. Serra. Estudias cómo vas a conseguir que
no salga de las casas que él mismo ha abierto para que las mujeres puedan
recobrar la esperanza. Por fin, el 5 de noviembre de 1.885, como un peregrino
en busca de Paz.
Llega
al Desierto de Las Palmas en Benicasim, (Castellón). Los PP Carmelitas
le ofrecen acogida tan entrañable, que, sin duda, ayuda a suavizar el dolor que
lleva en lo mas profundo de su persona. La fiesta de San José te brinda la
oportunidad de visitarlo, sin saber que este será vuestro último encuentro,
vuestro último dialogo sobre el crecimiento y expansión de la familia que habéis creado.
Con un firme
sentido de Justicia continúas la defensa de este hombre, cabal y humilde, que
acoge en silencio para no hacer daño a nadie, la orden que viene de Roma. Esta
vez la defensa es ante la mismísima persona del Papa. En esta entrevista
recobras la esperanza, pero la salud del P. Serra se debilita por momentos y el
8-9-1.886 termina su caminar por esta tierra y comienza el de la eternidad.
Tú vienes de
regreso a Roma y, en Marsella, sale al tren D. Emilio Févot, Cónsul de España,
para encontrarse contigo y darte la dolorosa noticia, de la manera más suave y
afectuosa. Comprendes pronto que, más que de gravedad, te habla del
fallecimiento. ¡Bendito sea Dios!, exclamas, y las lágrimas expresan tu
desgarro, pero te mantienes de pie, como María, junto a la Cruz y, apoyada en
tus Hermanas que salen a esperarte a la Frontera, proclamas, junto con ellas,
al “Dios Todo Bondadoso” que
acompaña la realidad de vuestro grupo.
Una vez más la ausencia se carga de presencia
y tú continúas señalando con claridad y firmeza el rumbo congregacional. A los
pocos días escribes a las hermanas de Zaragoza y les confías:
“ En estos momentos necesito del concurso de todas mis
hijas para no doblarme bajo el peso del
mando que por primera vez me abruma”
(Dionisio de
Felipe. Le Venerable M. Antonia. Ed..Perpetuo Socorro.1962, pág. 374)
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